
Secretos nunca oídos por nadie antes se dedican a pasear despacio por mi mente durante horas, días, semanas, meses, años... Pero ahora han decido sincerarse y dejarse escribir. Si estás atento podrás escuchar que son ellos mismos los que te están hablando, los que te están leyendo lo que hay escrito más abajo. Quiérelos un poquito y no les hagas daño, que son frágiles y luego a mí me toca consolarlos por las noches cuando están soñando...
lunes, 26 de diciembre de 2011
Inconstancia
sábado, 10 de diciembre de 2011
Flickr
jueves, 8 de diciembre de 2011
¿Qué tienes, amor, que te hace tan irresistible?
sábado, 3 de diciembre de 2011
"No quiero llorar por ti...
jueves, 1 de diciembre de 2011
Lista de regalos
sábado, 12 de noviembre de 2011
Cenicienta (Cinderella)
Aunque, escondido como precioso cuento de hadas, en su interior hay un gran mensaje. Un mensaje que ha vivido en mi interior desde la primera vez que me maravillé con esta película y que perdurará en mi corazón hasta el final de mis días.
El trasfondo no es solo el romance entre dos personas totalmente distintas y desconocidas (cosa que nos enseña que para el amor no hay límites ni fronteras, solo AMOR), si no que también nos anima y apoya para que persigamos nuestros sueños hasta el final y no los dejemos morir en la blanca, pura y esférica superficie lunar.
Tras canciones como ésta se manifiestan deseos de esperanza y lucha por nuestros sueños:
“Soñar es desear la dicha de nuestro porvenir, lo que el corazón anhela se sueña y se suele vivir. Si amor es el bien deseado en dulces sueños llegará. No importa quién borré el camino, marcado está el destino y el sueño se realizará.”
Junto con ellos te invito a perseguir tus sueños y deseos; a no dejarte embaucar por personas que intentan interponerse en tu camino hacia convertirlos en realidad; a defenderlos con uñas y dientes si hace falta; a luchar por ellos si los anhelas con toda tu alma; a creer en ti mismo y en que lo puedes conseguir si te empeñas y esfuerzas en ello; a tener fe y esperanza y a compartirla con los demás haciendo que todos sepan que no hay nada imposible.
Por último quiero dejaros un pequeño regalo también de esta película, pero esta vez es un poco más especial. ¿Adivináis qué es? ¿No?
(Es la canción “A dream is a wish your heart makes” (“Soñar es desear”) versionada por mí.)
Espero que os guste.
Con muchísimo cariño:
Teeburu Coriso
(Vuestra “por siempre jamás”)
domingo, 6 de noviembre de 2011
Yo dormía tranquilamente...
lunes, 31 de octubre de 2011
ANA
martes, 25 de octubre de 2011
Consejos para ser FELIZ.
domingo, 16 de octubre de 2011
Brother and sister
martes, 27 de septiembre de 2011
¡Hay que gritar más fuerte!
Intentan callarme y convertir mi grito en silencio. Pretenden controlarme y hacerme tragar el bulo de que eso de “pensar por ti mismo” está pasado de moda. Quieren alejarme y dejarme al margen de lo que desearía defender si realmente pudiera y no estuviera atada de pies y manos. Desean inutilizarme y hacerme una más del gran ganado que está bajo su control.
Pero, lo que no saben y desconocen, es que conmigo no pueden; que, aunque aún no tenga los dieciocho, llevo utilizando esta cabeza como Dios manda desde hace bastante tiempo; que dentro de mí hay una voz que protesta enérgicamente exclamando al mundo que: las palabras que quieren salir desde lo más profundo de mi alma y mis manos son mis armas más fuertes e importantes. Que ellas son lo que necesito para ayudar a cambiar el mundo, aunque solo sea un poquito.
Mi corazón, aunque de mi boca no salga palabra, reclama cada vez con más fuerza que este mundo de locos debe cambiar drásticamente o acabar por completo y comenzar de cero; que el dinero no es mi dios y que nunca lo será, y, sobretodo, que él quiere rebelarse. Rebelarse, a su forma, contra todo aquello con lo que no está de acuerdo de esta maldita sociedad en la que el consumismo nos ha metido de cabeza.
Y, aunque aún me queden unos meses para poder clamar con mi voz de soprano por las calles de Madrid, quiero decir a todos que:
“¡Hay que gritar más, mucho más, hasta que nos quedemos sin cuerdas vocales. Debemos hacerlo con tanta fuerza y potencia que consigamos romper todas las cadenas que nos mantienen todavía sujetos a este mundo decadente!
Ánimo, el camino es largo pero nunca imposible.
Que no nos corten las alas que Dios nos ha dado para volar libres.
Debemos seguir siempre adelante, aunque parezca que todo está ya perdido, porque quizás entonces sea cuando está a punto de acontecerse una gran victoria.”
Con mucho amor:
Teeburu Coriso.
(Dirigido, en especial, para mis queridos Indignadxs) :)
domingo, 25 de septiembre de 2011
I love you
Se despertó de pronto sintiendo su piel contra la de ella. Le había llegado el frescor de sus mejillas y el roce frío de sus pequeñas manos. Aún con los ojos entrecerrados, vio los reflejos dorados de su rizado cabello. Respiró su perfume de eterno jazmín blanco y suspiró. Y, al sentir un suave beso con sabor a fresa en los labios, se quedó congelado. Abrió los ojos a la velocidad de la luz y miró atentamente el lado vacío de la cama de matrimonio y, tras ello, toda la habitación. Había vuelto a sentirla. Pero, esta vez, estaba casi del todo seguro de que no había sido su imaginación, si no que ella había estado realmente allí, con él.
Fidel pensó detenidamente en todo lo que había sentido antes y se fue dando cuenta poco a poco de los factores que habían incitado aquella ilusión: una brisca fresca y mañanera era la que le había acariciado; los rayos del Sol que entraban por el ventanal los que habían hecho las veces de su pelo; el olor a jazmín provenía del árbol que había plantado el mismo día del entierro de su amada. Pero el beso… El beso no había forma de explicarlo. Y, sin embargo, él lo había sentido como real. ¿Habría sido su imaginación?
De repente algo se movió en el tocador de María. Fidel se levantó con toda la rapidez que su avanzada edad le permitía y se acercó. Una carta envejecida escrita del puño y letra de su mujer estaba allí. La noche anterior no había nada encima de la mesa, a excepción del escaso maquillaje que ella usaba, su peine y su cajita de música, aquella que tenía una preciosa bailarina que se ponía a danzar al son de la melodía cuando abrías la tapa. Había sido el primer regalo que la hizo, para el aniversario de su primer mes de novios. Cogió la carta y, lentamente, la abrió. Solo ponía un par de letras, pero éstas le llegaron al corazón a más velocidad que una bala certera. Con bella caligrafía y letras mayúsculas de gran tamaño se podía leer:
“TE AMO, TE HE AMADO Y TE AMARÉ POR SIEMPRE JAMÁS.
NI SIQUIERA PIENSES AUNQUE SOLO SEA DURANTE UN INSTANTE QUE, POR ESTAR LEJOS DE TI, VOY A OLVIDARTE.
SIEMPRE SERÁS MI ALMA, MI VIDA Y MI CORAZÓN.
TE QUIERO MÁS QUE A NADA”
ETERNAMENTE.
TU MARÍA.
Millones de lágrimas adornaron el rostro de Fidel. Volvió a sentir un beso tierno con sabor a fresa en sus labios y una frágil mano acariciando su cara. Entre hipidos susurró: “Yo también te amo, vida mía. Espérame allá donde estés. Iré a tu encuentro en el momento oportuno...” Y el viento se llevó consigo millones de “Te amo” dirigidos a María.
viernes, 23 de septiembre de 2011
¿Quién soy?

Es sencillo: soy yo.
Una niña que no quiere crecer demasiado rápido, que quiere disfrutar de cada momento, que está decidida a guardar su parte infantil y a exponerla a la vista de todos aunque tenga más de cien veranos.
La que se pone a saltar y dar vueltas cuando ve algo que le gusta de verdad o que le emociona (pompas de jabón, bebés, atardeceres, cachorros…).
La que deja que brote la imaginación desde cada uno de sus poros.
La que va haciendo el tonto allá donde vaya sin importarle lo que piensen los otros.
La que puede perseguir, incansablemente durante más de una hora (solo para sentir el aleteo de sus frágiles alas entre sus manos), a una mariposa.
La que lee mil veces los libros que más le gustan intentando encontrarles alguna distinta cosa.
La que no ríe, si no que se carcajea de forma estridente, cambiante y escandalosa.
La que se guarda y traga sus problemas y se los cuenta a su peluche favorito en silencio antes de irse a la cama.
La que, si se pone un rato al sol, se quema en cero coma.
La que odia el tabaco con toda su alma.
La que fantasea con su mundo perfecto y con cosas que desearía que pasaran.
La que colecciona recuerdos y los guarda como si de oro se trataran.
La que se imagina besando a su príncipe rana.
La que dice: “Un capítulo más…” o “Espera, que acabo esta página y dejo la lectura para mañana.”
La que adora sus fotografías y vídeos de enana.
La que quiere a todos sin importar condición, nación, religión, color o raza.
La que no sabe odiar y no le gusta meter baza.
La eternamente enfermiza.
La que se queda sola por no seguir a la manada.
La que perdona aunque no entienda nada de nada.
La que se queda un sábado en casa porque prefiere mil veces leer, soñar, escribir, cantar, dormir o bailar antes que salir de juerga o terminar emborrachada.
La que prefiere ir “tapada”.
La que se queda hasta las tantas de la madrugada despierta haciendo nada.
La que se dedica a hacer fotos al cielo y, sobretodo, a las nubes, cada vez que sale de su morada.
La que ama ir disfrazada.
La friolera que se pone una chaqueta en verano por las noches y en las madrugadas.
La que tiene mil y una alergias mezcladas.
La que tiene llenas las paredes de su habitación con fotos, cuadros y chuminadas.
La que tiene su habitación llena de peluches, muñecos y almohadas.
La que cree firmemente en los ángeles, en Dios y en las hadas.
La que sueña con sus personas más amadas.
La que sonríe siempre, a pesar de que le falten las ganas.
La que canta, aunque tenga un vagón de Metro lleno para escucharla, a todas horas.
La que te escribe en este blog millones de palabras.
La que está intentando sacarte una sonrisa sin que tú te enteraras.
jueves, 15 de septiembre de 2011
¡Tilín, tilín, tilín!
domingo, 11 de septiembre de 2011
¡Surprise! :)
sábado, 10 de septiembre de 2011
Perdida de todas formas.
Sé que seguiré mirando...
sábado, 3 de septiembre de 2011
Cada noche, antes de acostarme...
Dios, eres tan GRANDE que no cabes en ti y me da pena la gente que no te conoce, que no te valora o que no se paran a descubrir lo que escondes en tu corazón porque, cielo, eres la Felicidad personificada o, por lo menos, el mejor medio que he encontrado para conseguirla.
miércoles, 24 de agosto de 2011
¡Ánimo! :)
lunes, 15 de agosto de 2011
¡Abre los ojos!
jueves, 11 de agosto de 2011
La forma en que la conocí…
Sé que no fue casual. Tenía que ocurrir. Estaba destinado a ello.
Fue hace algo más de siete meses. Aquel día me levanté desanimado, sin ganas de nada y mucho menos de salir a la calle. Pero mi madre aporreó la puerta de mi cuarto y me dijo a voz en grito: “¡Ángel, llevas una semana sin que te dé el aire, todo el día con las maquinitas! Hoy sales sí o sí, por lo menos a hacerme unos recados. Así que levántate ya si no quieres que venga con un cubo de agua fría. Te doy diez minutos.”
¡Bendita madre! Me levanté corriendo. Lógico, con el frío de enero y la nevada que acababa de caer esa noche, ¡cualquiera se queda en la cama a esperar un cubo de agua! ¡Já, ni loco! Antes salir a la congelada ciudad que quedarse en casa y coger una pulmonía.
Por lo que me vestí corriendo, hice mi cama (si no seguro que iba a tener otra regañina de mi madre) y fui a desayunar. Tras ello, mi madre me dio una lista con los recados que tenía que hacer y las cosas que tenía que comprar, además del dinero que me haría falta.
Me puse el abrigo y salí.
Una bofetada de aire gélido me saludó nada más abrir la puerta del portal. “Por esto no quería salir a la calle.” Pensé inconscientemente mientras cerraba la puerta tras de mí. Bajé el escalón del portal y eché a andar hacia la tienda más lejana, ya que si iba primero a las que estaban más lejos luego, aunque tendría que cargar casi con el mismo peso, no tendría que dar tantas vueltas. Además, si pesara mucho podría subir a casa a dejar parte de la compra y luego ir a las tiendas del barrio que me faltaran.
Cogí el autobús 037 dirección al barrio Destino. Fui contando las paradas a la vez que miraba el paisaje, tenía que bajarme en la séptima. Bajé y me quedé mirando durante unos segundos como el autobús se ponía en marcha y se alejaba calle abajo. Comencé a andar y entré en varias tiendas en las que mi madre tenía cosas encargadas o en las que tenía que comprar algo. Dejé para lo último el encargo de un libro, ya que adoraba las librerías y las bibliotecas, y así, a la vez que lo recogía, podría pararme un poco a mirar algunos libros. El lugar del encargo resultó ser una librería pequeña con aspecto acogedor. Al entrar en ella sonó el dulce y agudo titileo de una campanilla.
- ¡Buenos días, señorito! ¿Desea algo? – Me dijo una mujer, de unos cuarenta y pico años, que estaba situada detrás del mostrador.
- Buenos días. Sí, mi madre llamó por teléfono hace un par de días para encargar un libro, y ustedes nos han llamado hoy para decirnos que ya lo tenían…
- ¡Ah, claro! Ya me acuerdo. Un segundo por favor, en unos momentos se lo traigo.
- De acuerdo, muchas gracias.
- Mientras voy a por él puedes sentarte o cotillear algún libro si lo deseas. Siéntete como en tu casa.
- Gracias, eso haré.
Me perdí felizmente entre las estanterías de libros mientras la amable mujer se encaminaba hacia el almacén, pero justo cuando iba a abrir la puerta entró un nuevo cliente y tuvo que dar la vuelta para ir a atenderle. A la vez que lo hacía gritó: “Carol, por favor, ¿puedes venir a ayudarme un momento?”
Una suave voz llegó desde el piso de arriba diciendo: “Claro mamá, ahora mismo bajo.”
Me quedé mirando deseoso de ver a la joven de la que provenía tan melodiosa voz. Al minuto apareció una muchacha de rizos color carbón, andar ágil, figura esbelta y ojos azul grisáceo. Sonreía y tarareaba alguna canción del IPOD que llevaba guardado en el bolsillo derecho de su pantalón vaquero.
- ¿En qué quieres que te ayude mamá?
- Ah, cariño. Es solo un momento. ¿Puedes ir al almacén a coger el libro que nos llegó ayer y que tenemos apartado por la reserva?
- Claro. ¿Solo eso? ¿No necesitas nada más?
- No, cielo, muchas gracias es solo eso.
Se fue al almacén y mientras andaba yo grabé cada uno de sus movimientos en mi memoria. Era como un ángel salido del cielo. No sé cómo no me desmayé.
Tras volver de la trastienda dejó el libro al lado de su madre, en el mostrador, y volvió a subir las escaleras medio bailando.
Me acerqué a su madre, mientras todavía miraba la puerta que se había cerrado tras ella, le pagué el libro y me fui. Creo que me deseó Feliz Navidad al irme pero, la verdad, no me enteré de nada. Estaba como extasiado.
Cuando terminé de hacer todos los recados (cosa que casi hice por inercia propia, ya que no me acuerdo de la gran mayoría) y subí a casa, me encerré en mi habitación. Encendí el ordenador y escribí un relato sobre ella. En los días siguientes me dediqué a intentar dibujarla, pero ninguno de los retratos que hice me parecían la mitad de perfectos que ella.
Tenía que volver a verla. Tenía que hablarla… Pero era casi imposible… De eso estaba seguro.
A la semana me decidí a volver a la librería e intentar hablar con ella. Pero fue imposible, me tiré allí un par de horas, pero ella no estaba.
En los siguientes meses lo seguí intentando, varias veces conseguí verla y hasta alguna vez cruzamos algún “Hola” rápido. Pero ella nunca se fijó en mí, creo que ni siquiera me miró alguna vez detenidamente. Siempre estaba detrás de libros, del mostrador, haciendo cosas o con mil clientes que atender.
Y cuando decidí que debía darme por rendido, me la encontré. No en la librería si no en una calle de su barrio. No me lo podía creer, era la oportunidad perfecta. Observé como miraba el móvil y que tras gritar varios “Mierdas” se ponía a darle con todas sus ganas a una pared. Me eché a reír sin querer, no sabía lo que le pasaba, pero estaba tan graciosa y a la vez tan adorable… Y ella, al escucharme, paró una patada en mitad del aire y me miró detenida y tímidamente. Se puso roja y soltó un “Uau” que no me esperaba para nada. Volví a reír y la sonreí con todas mis fuerzas. Me devolvió la sonrisa y fue entonces cuando me decidí a hablarla e invitarla a salir, cosa que había soñado desde ese pasado invierno….
El resto de esta historia es historia y, además, ya la conocéis, ¿verdad?
A veces los peores días se pueden convertir en todo lo contrario...
Tacones para dar pasos que se oigan. Rizos color carbón que le llegan hasta la cintura ondean con el viento y al ritmo de sus pisadas. Pantalones cortos y una camisa negra.
¿Está enfadada? No lo sabe ni ella. Quizás es solo que Carol se ha levantado hoy con el pie izquierdo y los cables, más que cruzados, enmarañados.
Observa desafiante a todo aquel que se atreve a pasar por su lado y, hasta de vez en cuando, descarga miradas de odio a aquellos que osan quedarse mirándola.
“¿Qué le importará al mundo lo que me pase o me deje de pasar?”, no cesa de pensar enojada, “Es más, a los únicos que les importa es porque son unos cotillas o unos entrometidos.”
Es simple, cuando está con este humor no soporta a la gente, no aguanta ni a su sombra. Todo le da asco y desea hacerlo desaparecer.
Sigue andando con paso decidido. Al levantarse ha decidido ir a hacer unas compras, aunque no le apetece lo más mínimo. Llega al primer destino al que debía ir. Cerrado. “¿Cómo puede estar cerrado si el lunes?” Saca el móvil y mira la hora: las doce menos diez. “¡Tendría que estar abierto, es horario de verano!” Decide abrir el calendario de su móvil para mirar si hay alguna fiesta ese día y no lo había recordado… “¡Mierda, mierda, mierda! ¡Normal que esté cerrado, es domingo! ¡Seré idiota!”
Y, como es imaginable, su malhumor empeora y comienza a dar patadas contra una pared.
A mitad de una de ellas oye una risa cercana. Se para, dejando la pierna en el aire, a mitad de otra patada, y gira rápidamente la cabeza hacia el lugar de donde proviene la carcajada.
Unos ojos verdes y risueños la miran desde detrás de unas gafas de montura negra.
Solo se le ocurre decir “¡Uau!” y de aquella sonrisa tan maravillosa sale una risotada limpia. Tras ello baja a toda prisa la pierna que todavía sostenía en el aire, se pone totalmente recta y enfrente del hombre que tiene delante de ella. Nota como un rubor enorme corre por sus mejillas envolviendo toda su cara con un color rojizo.
Él la sigue mirando tranquila y alegremente como si lo que ella estaba haciendo hasta hacía un momento fuera lo más normal del mundo en una señorita de dieciocho años.
Carol logra sacar un “Hola” a media voz que consigue hacerla poner mucho más roja de lo que estaba antes.
- Hola - responde él - Soy Ángel. Lo que estabas haciendo parecía muy divertido. ¿Me permites hacerte compañía?
- ¿Qué? ¿Perdona? ¿Eso te ha parecido? ¿Divertido?
- Sí, ¿no lo era? La expresión de tu cara por lo menos sí me lo ha parecido…
- ¿Mi cara? Ah… Bueno, más que divertido es… Relajante…
- ¿Puedo probarlo pues? Creo que me hace bastante falta en estos momentos.
- Sí, claro, toda la pared es tuya.
- Muchas gracias, es usted muy amable señorita.- Sonríe de forma pícara y a la vez angelical, y, acto seguido se pone a arrearle fuertes golpes a la pared de cemento. Cuando da por finalizada su pequeña lucha, vuelve a mirar a Carol y le dice- Sí, es realmente relajante… Ahora, ¿te apetece que vayamos a hacer algo divertido los dos juntos? Sin esta pared a ser posible… - Guiña el ojo y la mira expectante.
- Jajajaja. ¡Eres increíble! Me encantaría. Sería todo un placer acompañarte, eso sí, echaré de menos a la pared…
- Me alegro pues. Sí, creo que yo también la echaré de menos… A propósito, ¿cómo te llamas? Todavía no me lo has dicho, ni siquiera te has presentado.
- Carol, soy Carol. –Contesta mientras le ofrece una gran sonrisa radiante. – Y, a decir verdad, me apetece mucho tomar un helado de chocolate… ¿Te apuntas?
- ¿Helado? ¡Claro! Además, ahora mismo nos viene genial a los dos porque entre el calor que hace y el ejercicio que hemos hecho, yo por lo menos, estoy seco.
- Cierto, yo también. ¿Vamos pues?
- Vamos. Iré a dónde tú me digas, a cualquier sitio al que me quieras llevar, todo con tal de estar contigo siempre a partir de ahora...
Amanda
Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Los tíos suelen decir que tiene una autopista increíble y que las luces azules, que tiene para iluminar el camino, tienen un fulgor sin igual.
Es una de esas chicas que con su falda-cinturón y sus tacones de aguja van barriendo, además de pantalones, corazones.
Un día, paseando con mi prima pequeña, la vimos pasar. Mi enana la miró fijamente atenta a sus andares extremadamente femeninos, y continuó así hasta que se perdió de nuestra vista.
Cuando lo hizo, la pequeña se giró y me dijo seriamente:
- ¿Esa chica tiene una frutería, verdad?
- ¿Quién? ¿Amanda? ¿La que acaba de pasar?
- Sí, esa. ¿Tiene una frutería?
- Jajaja. No que yo sepa. ¿Por qué crees que tiene una?
- Pues porque siempre tiene a muchos chicos a su alrededor… Clientela, como dice mamá.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- Jo, ¡hay que explicártelo todo!
- Jajajaja ¡Anda, cuéntame!
- A ver… Es que el otro día, cuando fui a comprar con mamá, me encontré a esa chica con muchos chicos con ella.
- ¿Y…?
- ¡Espera, déjame terminar!
- Vale, vale. Continúa.
- Y oí a algunos de ellos decir algo sobre fresas, plátanos, naranjas y otras frutas… Por eso digo que es frutera.
Lo admito, no pude aguantar la risa y estallé en carcajadas. ¡Cuánta inocencia! ¡Qué poca malicia! Dios, ¡qué envidia, quién pudiera pensar así de todo!
- Sí, cielo, creo que tienes razón. Amanda, seguramente, tiene una frutería.
- ¿Ves como tenía yo razón?
- Sí, cariño, toda la razón del mundo… Anda, vámonos.
Nos fuimos, yo muerta de risa y ella con cara altiva y gesto triunfante.
Eso sí, no pude parar de reír durante un buen rato y aún ahora lo sigo haciendo cada vez que recuerdo este momento.
Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Desde ese día para mí y todos aquellos a los que les he contado este suceso es: Amanda, la frutera especializada en todas las esquinas de la ciudad.
miércoles, 13 de julio de 2011
Arriba y abajo.
Arriba y abajo. Arriba y abajo. ¿Podré tocar las nubes si sigo a este ritmo?
Alguien grita: “¡Cuidado, dentro de poco vas a dar la vuelta!”
Sonrío y le ignoro, sigo a lo mío porque mis pensamientos están fluyendo a la misma velocidad a la que subo y bajo, voy hacia delante y hacia atrás.
El Sol veraniego centellea en lo alto. Comienza a chispear. Es el cielo que llora de alegría. El viento le acompaña cantando: “Ánimo, ya falta poco. Si sigues así podrás volar.”
Arriba y abajo. Cada vez más alto, cada vez más lejos del suelo.
Porque…
¿Para qué quedarme anclada a la tierra si lo quiero es tocar el cielo?
¿Para qué quedarme contigo si no me necesitas a tu lado?
- La brisa grita mi nombre, ¿no oyes cómo me está llamando?-
¿Para qué quedarme en este mundo si puedo estar en el mío propio?
¿Para qué ser un ángel caído cuando puedo ser solamente un ángel?
Y volar. Volar, que es lo que siempre más he deseado.
Arriba y abajo. Arriba y abajo. Esto me trae tantos recuerdos. He hecho esto mismo tantas veces que ni siquiera tendría sentido contarlas.
Surgen en mi memoria dulces momentos de mi niñez…
Recuerdo que cuando era pequeña me podía tirar horas columpiándome. Era mi mayor pasión.
Solía cantar y mirar el cielo o cerrar los ojos mientras disfrutaba del viento meciéndome, de mi pelo yendo y viniendo a su antojo (arremolinándose hacia cualquier parte, metiéndose en mi cara), del suave balanceo, de la libertad que me inundaba por completo.
Pero lo que más me gustaba era componer mientras estaba en lo alto. Me parece que es el momento más fácil para hacerlo.
Es simple, solo tengo que dejar surgir libremente a las palabras de mi garganta, a la música que se crea en mi alma y mezclarlas con ternura junto al viento que susurra en mis oídos. Al dejarlas fluir se oye una frágil canción que al menor despiste puede ser destruida y olvidada.
Es una sensación… Indescriptible. Inolvidable. Mágica.
Cuando este pequeño milagro se acaecía solía estar sola, con un pequeño abismo en torno a mí casi imposible de salvar.
¿Y ahora? ¿Estoy sola?
No lo sé, nunca lo he sabido. A veces parece que sí, otras es todo lo contrario…
Si te soy sincera, en estos instantes no me importa ni me preocupa. Es solo algo banal, carente de sentido, sin mayor trascendencia que el vuelo de los pájaros que sobrevuelan las copas de los árboles que tengo alrededor.
En el ahora, en MI ahora, solo existimos: yo, la música, el cielo, el agua y el viento.
No hay nada ni nadie más.
Arriba y abajo. Arriba y abajo. Arriba y abajo…
Desearía estar así siempre. En completa paz. Feliz, FELIZ de verdad.