jueves, 11 de agosto de 2011

Amanda

Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Los tíos suelen decir que tiene una autopista increíble y que las luces azules, que tiene para iluminar el camino, tienen un fulgor sin igual.

Es una de esas chicas que con su falda-cinturón y sus tacones de aguja van barriendo, además de pantalones, corazones.

Un día, paseando con mi prima pequeña, la vimos pasar. Mi enana la miró fijamente atenta a sus andares extremadamente femeninos, y continuó así hasta que se perdió de nuestra vista.

Cuando lo hizo, la pequeña se giró y me dijo seriamente:

- ¿Esa chica tiene una frutería, verdad?

- ¿Quién? ¿Amanda? ¿La que acaba de pasar?

- Sí, esa. ¿Tiene una frutería?

- Jajaja. No que yo sepa. ¿Por qué crees que tiene una?

- Pues porque siempre tiene a muchos chicos a su alrededor… Clientela, como dice mamá.

- ¿Y eso que tiene que ver?

- Jo, ¡hay que explicártelo todo!

- Jajajaja ¡Anda, cuéntame!

- A ver… Es que el otro día, cuando fui a comprar con mamá, me encontré a esa chica con muchos chicos con ella.

- ¿Y…?

- ¡Espera, déjame terminar!

- Vale, vale. Continúa.

- Y oí a algunos de ellos decir algo sobre fresas, plátanos, naranjas y otras frutas… Por eso digo que es frutera.

Lo admito, no pude aguantar la risa y estallé en carcajadas. ¡Cuánta inocencia! ¡Qué poca malicia! Dios, ¡qué envidia, quién pudiera pensar así de todo!

- Sí, cielo, creo que tienes razón. Amanda, seguramente, tiene una frutería.

- ¿Ves como tenía yo razón?

- Sí, cariño, toda la razón del mundo… Anda, vámonos.

Nos fuimos, yo muerta de risa y ella con cara altiva y gesto triunfante.

Eso sí, no pude parar de reír durante un buen rato y aún ahora lo sigo haciendo cada vez que recuerdo este momento.

Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Desde ese día para mí y todos aquellos a los que les he contado este suceso es: Amanda, la frutera especializada en todas las esquinas de la ciudad.

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