Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Los tíos suelen decir que tiene una autopista increíble y que las luces azules, que tiene para iluminar el camino, tienen un fulgor sin igual.
Es una de esas chicas que con su falda-cinturón y sus tacones de aguja van barriendo, además de pantalones, corazones.
Un día, paseando con mi prima pequeña, la vimos pasar. Mi enana la miró fijamente atenta a sus andares extremadamente femeninos, y continuó así hasta que se perdió de nuestra vista.
Cuando lo hizo, la pequeña se giró y me dijo seriamente:
- ¿Esa chica tiene una frutería, verdad?
- ¿Quién? ¿Amanda? ¿La que acaba de pasar?
- Sí, esa. ¿Tiene una frutería?
- Jajaja. No que yo sepa. ¿Por qué crees que tiene una?
- Pues porque siempre tiene a muchos chicos a su alrededor… Clientela, como dice mamá.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- Jo, ¡hay que explicártelo todo!
- Jajajaja ¡Anda, cuéntame!
- A ver… Es que el otro día, cuando fui a comprar con mamá, me encontré a esa chica con muchos chicos con ella.
- ¿Y…?
- ¡Espera, déjame terminar!
- Vale, vale. Continúa.
- Y oí a algunos de ellos decir algo sobre fresas, plátanos, naranjas y otras frutas… Por eso digo que es frutera.
Lo admito, no pude aguantar la risa y estallé en carcajadas. ¡Cuánta inocencia! ¡Qué poca malicia! Dios, ¡qué envidia, quién pudiera pensar así de todo!
- Sí, cielo, creo que tienes razón. Amanda, seguramente, tiene una frutería.
- ¿Ves como tenía yo razón?
- Sí, cariño, toda la razón del mundo… Anda, vámonos.
Nos fuimos, yo muerta de risa y ella con cara altiva y gesto triunfante.
Eso sí, no pude parar de reír durante un buen rato y aún ahora lo sigo haciendo cada vez que recuerdo este momento.
Amanda. Belleza de oro con curvas de infarto. Desde ese día para mí y todos aquellos a los que les he contado este suceso es: Amanda, la frutera especializada en todas las esquinas de la ciudad.
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