jueves, 11 de agosto de 2011

A veces los peores días se pueden convertir en todo lo contrario...

Tacones para dar pasos que se oigan. Rizos color carbón que le llegan hasta la cintura ondean con el viento y al ritmo de sus pisadas. Pantalones cortos y una camisa negra.

¿Está enfadada? No lo sabe ni ella. Quizás es solo que Carol se ha levantado hoy con el pie izquierdo y los cables, más que cruzados, enmarañados.

Observa desafiante a todo aquel que se atreve a pasar por su lado y, hasta de vez en cuando, descarga miradas de odio a aquellos que osan quedarse mirándola.

“¿Qué le importará al mundo lo que me pase o me deje de pasar?”, no cesa de pensar enojada, “Es más, a los únicos que les importa es porque son unos cotillas o unos entrometidos.”

Es simple, cuando está con este humor no soporta a la gente, no aguanta ni a su sombra. Todo le da asco y desea hacerlo desaparecer.

Sigue andando con paso decidido. Al levantarse ha decidido ir a hacer unas compras, aunque no le apetece lo más mínimo. Llega al primer destino al que debía ir. Cerrado. “¿Cómo puede estar cerrado si el lunes?” Saca el móvil y mira la hora: las doce menos diez. “¡Tendría que estar abierto, es horario de verano!” Decide abrir el calendario de su móvil para mirar si hay alguna fiesta ese día y no lo había recordado… “¡Mierda, mierda, mierda! ¡Normal que esté cerrado, es domingo! ¡Seré idiota!”

Y, como es imaginable, su malhumor empeora y comienza a dar patadas contra una pared.

A mitad de una de ellas oye una risa cercana. Se para, dejando la pierna en el aire, a mitad de otra patada, y gira rápidamente la cabeza hacia el lugar de donde proviene la carcajada.

Unos ojos verdes y risueños la miran desde detrás de unas gafas de montura negra.

Solo se le ocurre decir “¡Uau!” y de aquella sonrisa tan maravillosa sale una risotada limpia. Tras ello baja a toda prisa la pierna que todavía sostenía en el aire, se pone totalmente recta y enfrente del hombre que tiene delante de ella. Nota como un rubor enorme corre por sus mejillas envolviendo toda su cara con un color rojizo.

Él la sigue mirando tranquila y alegremente como si lo que ella estaba haciendo hasta hacía un momento fuera lo más normal del mundo en una señorita de dieciocho años.

Carol logra sacar un “Hola” a media voz que consigue hacerla poner mucho más roja de lo que estaba antes.

- Hola - responde él - Soy Ángel. Lo que estabas haciendo parecía muy divertido. ¿Me permites hacerte compañía?

- ¿Qué? ¿Perdona? ¿Eso te ha parecido? ¿Divertido?

- Sí, ¿no lo era? La expresión de tu cara por lo menos sí me lo ha parecido…

- ¿Mi cara? Ah… Bueno, más que divertido es… Relajante…

- ¿Puedo probarlo pues? Creo que me hace bastante falta en estos momentos.

- Sí, claro, toda la pared es tuya.

- Muchas gracias, es usted muy amable señorita.- Sonríe de forma pícara y a la vez angelical, y, acto seguido se pone a arrearle fuertes golpes a la pared de cemento. Cuando da por finalizada su pequeña lucha, vuelve a mirar a Carol y le dice- Sí, es realmente relajante… Ahora, ¿te apetece que vayamos a hacer algo divertido los dos juntos? Sin esta pared a ser posible… - Guiña el ojo y la mira expectante.

- Jajajaja. ¡Eres increíble! Me encantaría. Sería todo un placer acompañarte, eso sí, echaré de menos a la pared…

- Me alegro pues. Sí, creo que yo también la echaré de menos… A propósito, ¿cómo te llamas? Todavía no me lo has dicho, ni siquiera te has presentado.

- Carol, soy Carol. –Contesta mientras le ofrece una gran sonrisa radiante. – Y, a decir verdad, me apetece mucho tomar un helado de chocolate… ¿Te apuntas?

- ¿Helado? ¡Claro! Además, ahora mismo nos viene genial a los dos porque entre el calor que hace y el ejercicio que hemos hecho, yo por lo menos, estoy seco.

- Cierto, yo también. ¿Vamos pues?

- Vamos. Iré a dónde tú me digas, a cualquier sitio al que me quieras llevar, todo con tal de estar contigo siempre a partir de ahora...

No hay comentarios:

Publicar un comentario