Van cogidos de la mano, como
siempre. Ella lleva cuatrocientas capas de abrigo, como mínimo, pero aún así no
cesa de quejarse a cada instante de lo congelada que está. Él se ríe de los
comentarios que hace y la mira con una sonrisa pintada en los ojos. La quiere,
la quiere más que a nada y ella lo sabe. Es su princesa y nadie más puede
amarla como él lo hace.
- Este es el invierno más frío de toda nuestra vida.
- Dice ella, a la vez que intenta disimular un escalofrío que le ha venido de
la nada.
- Si tú lo dices… Pero a mí no me parece para
tanto.
- Es cierto, ¡lo han dicho hasta en las noticias!
- Ah, bueno, si lo dicen en las noticias habrá que
creérselo.
- Bah, ¡déjalo! A veces no se puede hablar
contigo.
- No te enfades, boba.
- No estoy enfadada.
- Vale…
Se hacen unos segundos de
silencio mientras siguen paseando por el parque, dejando sus huellas marcadas
en la nieve a cada paso.
- Joder, es que estoy congelada... – Se vuelve a
hacer el silencio. – Seguro que hace más frío que en el Polo Norte. ¡Los pingüinos
se morirían de frío aquí!
- Que exagerada eres, sabes que eso es
completamente imposible. –Dice mientras suelta una sonora carcajada. - ¿Quieres
mi abrigo?
- No.
- ¿Entonces?
- Quiero que me abraces, estúpido… Jo, si es que tengo
que decírtelo todo.
- Anda, ven aquí, tonta.
- Claro, lo haces porque me quejo, no porque salga
de ti… - Dice mientras entierra la cara en su pecho y él la rodea con sus
brazos.
- No, en realidad, estaba pensando en hacerlo
desde hace un buen rato, es más, lo estaba deseando, pero quería que me lo
pidieras. Deseaba que me dijeras que, incluso en el frío invierno, soy lo único
que necesitas.
- Eres idiota…
- Lo sé, pequeña, lo sé.
- Pero eres mi idiota. – Ambos sonríen y se miran
a los ojos. – Te amo más que a nada, deberías saberlo incluso sin que te lo
dijera.
- Y yo a ti, pero nunca viene mal escucharlo,
aunque sea de vez en cuando.
Cierran los ojos y se besan. Se
para el tiempo mientras se funden en un abrazo.
Cuando miran el cielo descubren
que ha comenzado a nevar de nuevo. Él se quita el abrigo y se lo pone a su
pequeña sobre los hombros. Tras ello, le da un beso en la frente, la coge de la
mano y se van juntos a casa, pisando las huellas que habían ido dejando.